sábado, 29 de noviembre de 2008

Dancing queen


Foto: Francisco J. Lauriño

You are the dancing queen, young and sweet, only seventeen
Dancing queen, feel the beat from the tambourine
You can dance, you can jive, having the time of your life
See that girl, watch that scene, dig in the dancing queen


Se enciende una luz, aunque sea metafórica y en la cabeza, mejor aún si acciona el interruptor alguien tan cercano que entiende que dejes a un lado la rutina, que te calces los zapatos de una Meryl Streep en toda su madurez artística y personal, tal madurez que lleva calzada la misma libertad que viste ahora tus pies y que te permite saltar por casa, ponerte por sombrero todo eso que queda detrás de la ventana, que está ahí fuera, el aburrimiento del mundo, la tristeza y la crueldad, todo lo que detestas, y que en un movimiento rápido de la mano sacudes con una boa de plumas y un taconazo sobre el parqué que se resiste y se resiente. Eres esa dancing queen que está en tu cabeza, cuando miras a esas caras que una vez te asustaron, te pueden asustar, cargadas de hipocresía, pero que ahora conviertes en movimiento de lentejuelas, y las dejas fuera de la ventana, donde tienen que estar, lavadas por un chaparrón de sinceridad -aunque ni por ésas se tornan limpias-. Eres la dancing queen, la que sonríe, y deja a un lado esas lágrimas que provocan muecas en los demás, e, incluso, gestos de desprecio. Qué bocas tan grandes, cerebros en cajas de cerillas, pero sin fósforo: no hay luz. Eres la dancing queen que ahora mismo dice lo que quiere, lo que a menudo se calla, pero hoy taconea sobre el parqué, aunque éste se resienta: ya no tienes diecisiete años, no, pero éstos están siempre en la cabeza, risas, carcajadas, muecas, bajo la tormenta, fuera, tras la ventana. Hoy, es la dancing queen la que sonríe. Huy, el parqué se ha agrietado, pero bueno, siempre puede llegar una Meryl Streep y solucionarlo con un poco de ingenio, y, por supuesto, el fotógrafo puede accionar otro interruptor, dedicarme otra foto, y seguir bailando. Lo que importa es seguir bailando, dentro, y no dejar el pensamiento quieto, que no lo pisoteen, por muy extravagante que pueda parecer, y seguir haciendo que la imaginación aporree el parqué al ritmo de, por ejemplo, esta canción ¿por qué no ser la dancing queen? No por esta noche, siempre que sea necesario, para que la cabeza siga bailando. Sergio, Fer, Lauro: tiembla el parqué, estoy bailando.

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