Y alguien susurró París, y sin saber por qué, en lugar de hablar de Víctor Hugo, recordó a Washington Irving ...
“There is a sacredness in tears. They are not the mark of weakness, but of power. They speak more eloquently than ten thousand tongues. They are messengers of overwhelming grief...and unspeakable love.”
Y recordó entonces lágrimas que se volvieron amargas palabras en bocas de otros, porque sus oídos no estaban preparados para escuchar, tan sólo llenos de cerumen, amargo cerumen. Obviaron a Washington Irving, pero apreciaron el lomo decorativo de un libro cerrado de Víctor Hugo.
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