sábado, 28 de marzo de 2009
jueves, 26 de marzo de 2009
Time for dreaming
Talking about hipocrisy makes me feel sad, and even write in an inaccurate, vague way -I am sorry-. So it is better now to turn and dream of a fairy tale, at least for a while, but never forget that things must change.
Hablar de hipocresía provoca tristeza, e incluso hace que se escriba de forma imprecisa, apresurada, siento esto último. Por ello, es mejor ahora acudir a un cuento, pero nunca deberíamos olvidar que las cosas pueden cambiar.
Hablar de hipocresía provoca tristeza, e incluso hace que se escriba de forma imprecisa, apresurada, siento esto último. Por ello, es mejor ahora acudir a un cuento, pero nunca deberíamos olvidar que las cosas pueden cambiar.
miércoles, 25 de marzo de 2009
La mayor hipocresía
Siguiendo a mi compañero Lauriño, y con el afán de decir 'ya está bien, por qué van a hablar siempre ellos y no responder', quisiera hablar de la mayor hipocresía de nuestra época, de todas las épocas. Desde la iglesia católica, y no sólo me refiero a su "cúpula", sino a todos aquellos que siguen, que veneran, que apoyan, tal cosa, se nos impone a todos, también a los que no creemos, a los que nos queremos mantener alejados de semejante secta, a los que en un momento dado -y afortunadamente- dijimos que las cosas no son como nos las cuentan, que la inteligencia sirve para otros menesteres, se nos impone la forma en que hemos de vivir, de pensar, y también lo intentan por la fuerza, nos imponen qué hemos de ser, a quién hemos de querer, con quién nos hemos de casar, y para qué hemos de servir -ah sí, somos siervos de la hipocresía. Todo el mundo tiene derecho a expresar sus opiniones, pero de ninguna manera, en esta democracia y, aunque sea un sistema imperfecto -algo habrá que hacer por mejorarlo, y creo que evitar presiones, coacciones, es un buen inicio-, nadie tiene derecho a imponer su opinión por la fuerza. Están anclados en un pasado que, en realidad, ¿cuándo existió? ¿hace cientos de siglos? Qué provechoso invento para la hipocresía, anclarse en un lodazal al que se atrae el poder, el dinero, el prestigio social, todo ello asido y atado con una túnica de colores, con unos trozos de madera, con unas imágenes llorosas. Qué hipocresía tan grande.
Desde la iglesia católica, desde todos aquellos que la apoyan en su misión de imponerse a quienes no opinan igual, se predica que una mujer no es más que un útero al servicio de la comunidad, que no tiene derecho sobre ese hueco en su interior, ningún derecho, porque siempre su papel ha sido callar y curar las heridas como en un cuadro; desde la iglesia católica se nos dice que un hombre ha de querer a una mujer, y una mujer a un hombre, y que la homosexualidad es una enfermedad -en los colegios de esta secta así se predica a los chavales, y el estado no dice nada-. No, el estado que nos gobierna calla y asiente, y el término 'aconfesional' lo guarda en un cajón del que lo saca sólo en tiempo de elecciones para intentar convencer. Pero todos parecemos callar, ver las procesiones de fe por las calles de las ciudades, exaltadas, queriendo imponer su forma de pensar, amenazantes, a todos los que miramos asombrados. Pues, ya está bien. Con todo el respeto, y sin gritar alaridos sectarios, lacrimosos, ya está bien de imposiciones. Es hora ya de quitarnos ese ancla que nos mantiene en el pasado -muy en el pasado-, y de decir que nadie tiene derecho a imponer su forma de pensar.
Desde la iglesia católica, desde todos aquellos que la apoyan en su misión de imponerse a quienes no opinan igual, se predica que una mujer no es más que un útero al servicio de la comunidad, que no tiene derecho sobre ese hueco en su interior, ningún derecho, porque siempre su papel ha sido callar y curar las heridas como en un cuadro; desde la iglesia católica se nos dice que un hombre ha de querer a una mujer, y una mujer a un hombre, y que la homosexualidad es una enfermedad -en los colegios de esta secta así se predica a los chavales, y el estado no dice nada-. No, el estado que nos gobierna calla y asiente, y el término 'aconfesional' lo guarda en un cajón del que lo saca sólo en tiempo de elecciones para intentar convencer. Pero todos parecemos callar, ver las procesiones de fe por las calles de las ciudades, exaltadas, queriendo imponer su forma de pensar, amenazantes, a todos los que miramos asombrados. Pues, ya está bien. Con todo el respeto, y sin gritar alaridos sectarios, lacrimosos, ya está bien de imposiciones. Es hora ya de quitarnos ese ancla que nos mantiene en el pasado -muy en el pasado-, y de decir que nadie tiene derecho a imponer su forma de pensar.
martes, 24 de marzo de 2009
Solitude
Solitude, against lack of understanding. Nothing to turn to but pictures, without even the real sea. Lonely weird birds. Weird I am.
No son tópicos, no es una visión idílica, de anuncio, del mar, aunque harto repetido, reiterado, se puede sentir la soledad de la incomprensión, aun rodeado de gente. Bichos raros revoloteando las rocas que desgarran el agua, siendo ignorados. A veces es soledad buscada, otras es impuesta.
Sometimes solitude, sometimes loneliness.
Sometimes solitude, sometimes loneliness.
lunes, 23 de marzo de 2009
Poesía, poetry and patatas asadas: José Hierro y Lauro
Las patatas asadas en la mesa, mientras se escucha a José Hierro recitar, parece una banalidad, hablar de patatas asadas, mientras suena esa voz, pero no. Es contemplar cómo la poesía se funde con los olores cotidianos, apreciar su sabor a cualquier hora, también a la hora de la comida. ¿Banalidad? De ninguna manera.
Y el olor nos acerca a un barrio de Nueva York, un hombre ha muerto. Las palabras masticadas con las patatas se atoran en la garganta. Y todo se cubre de lágrimas, hasta la salsa.
¿Por qué lloras? ¿Banalidad? ¿Lloras por las patatas que no tragas, lloras por José Hierro y sus palabras, lloras por un gallego muerto en la gran manzana, por qué? ¿Lloras por ti, por no saber lo que eres, por lo que los demás saben, por lo que ignoras, lloras por ser persona, mujer o qué, lloras porque lloras, y te conviertes en otra persona? ¿Por qué lloras mientras escuchas a José Hierro y comes, que no tragas, patatas asadas? ¿Lloras porque quien más quieres te ha traído la palabra del gran poeta cántabro, lloras por tu ignorancia, por qué lloras? ¿Lloras porque escuchas poesía y piensas en ayer y en mañana, cuando el disco no se escuche, por qué lloras? ¿Lloras por ser otra persona, la que creen que eres o por no serlo, por ser, por llorar, por lo que dicen los que no son José Hierro, por qué lloras si ahora lo escuchas a él, mientras estás al lado de otro poeta, que te ha descubierto la voz que canta una necrológica, que huele a salitre, que huele a otro olor muy distinto a patatas asadas, pero también a ellas? ¿Banalidad, egoísmo por ser quien llora? Recita poeta ¿cuál de los dos? ambos. Se han atragantado las patatas, pero cuánto alimento, mientras lloras. Llora la palabra. Porque vive en la voz de esos poetas que recitan mientras huele a patatas asadas y tu lloras porque no sabes lo que eres, si eres lo que otros quieren o eres tú, y quisieras ser tan sólo palabra muda, callada, porque crees que no te entienden, ni te valoran -¿qué hay que valorar? serás vanidad-, porque no eres lo que ellos quieren, madre, mujer callada, cariñosa y dispuesta a compartir horas, tardes, días, excursiones, comidas, palabra, lloras porque quieres ser lo que ellos quieren pero no puedes, porque deseas ser útero yermo, mujer que habla, persona que decide calladamente, muda, pero decide, sin molestar, sin herir, con todo el cariño de la palabra callada. Recita José Hierro, recita tú también, mi poeta que me pasa las patatas, asadas, y me trae la voz de Hierro. Lloro porque os tengo al lado, mientras las patatas se instalan en la garganta. ¿No es suficiente llorar mientras escuchas poesía o ves un video de fotografías preciosas para ser persona, no es suficiente con eso, has de ser mujer, útero, persona que no llora y habla o calla, pero no llora? ¿Por qué has de ser otra cosa y no ser quien llora mientras escucha a José Hierro, come patatas asadas que le pasa otro poeta, y llora?
Y el olor nos acerca a un barrio de Nueva York, un hombre ha muerto. Las palabras masticadas con las patatas se atoran en la garganta. Y todo se cubre de lágrimas, hasta la salsa.
¿Por qué lloras? ¿Banalidad? ¿Lloras por las patatas que no tragas, lloras por José Hierro y sus palabras, lloras por un gallego muerto en la gran manzana, por qué? ¿Lloras por ti, por no saber lo que eres, por lo que los demás saben, por lo que ignoras, lloras por ser persona, mujer o qué, lloras porque lloras, y te conviertes en otra persona? ¿Por qué lloras mientras escuchas a José Hierro y comes, que no tragas, patatas asadas? ¿Lloras porque quien más quieres te ha traído la palabra del gran poeta cántabro, lloras por tu ignorancia, por qué lloras? ¿Lloras porque escuchas poesía y piensas en ayer y en mañana, cuando el disco no se escuche, por qué lloras? ¿Lloras por ser otra persona, la que creen que eres o por no serlo, por ser, por llorar, por lo que dicen los que no son José Hierro, por qué lloras si ahora lo escuchas a él, mientras estás al lado de otro poeta, que te ha descubierto la voz que canta una necrológica, que huele a salitre, que huele a otro olor muy distinto a patatas asadas, pero también a ellas? ¿Banalidad, egoísmo por ser quien llora? Recita poeta ¿cuál de los dos? ambos. Se han atragantado las patatas, pero cuánto alimento, mientras lloras. Llora la palabra. Porque vive en la voz de esos poetas que recitan mientras huele a patatas asadas y tu lloras porque no sabes lo que eres, si eres lo que otros quieren o eres tú, y quisieras ser tan sólo palabra muda, callada, porque crees que no te entienden, ni te valoran -¿qué hay que valorar? serás vanidad-, porque no eres lo que ellos quieren, madre, mujer callada, cariñosa y dispuesta a compartir horas, tardes, días, excursiones, comidas, palabra, lloras porque quieres ser lo que ellos quieren pero no puedes, porque deseas ser útero yermo, mujer que habla, persona que decide calladamente, muda, pero decide, sin molestar, sin herir, con todo el cariño de la palabra callada. Recita José Hierro, recita tú también, mi poeta que me pasa las patatas, asadas, y me trae la voz de Hierro. Lloro porque os tengo al lado, mientras las patatas se instalan en la garganta. ¿No es suficiente llorar mientras escuchas poesía o ves un video de fotografías preciosas para ser persona, no es suficiente con eso, has de ser mujer, útero, persona que no llora y habla o calla, pero no llora? ¿Por qué has de ser otra cosa y no ser quien llora mientras escucha a José Hierro, come patatas asadas que le pasa otro poeta, y llora?
viernes, 20 de marzo de 2009
Neil's boat
There it is a dream, Neil's dream. But, now, for just this tiny second, my dream, a boat to surf imagination, a boat to be here while flying far away, a boat to be free, however clichéd it may seem. Free from hipocrisy. Not just a dream.
Sí, ahí está el sueño, su sueño, el de Neil. Pero por un diminuto segundo, mi propio sueño, el de navegar la imaginación, en un barco, y, aunque estereotipado, ser por un instante libre. Pero libre de la hipocresía. ¿Es tan sólo un sueño? No, por un diminuto segundo hay seguridad en la afirmación. No sólo un sueño.
Sí, ahí está el sueño, su sueño, el de Neil. Pero por un diminuto segundo, mi propio sueño, el de navegar la imaginación, en un barco, y, aunque estereotipado, ser por un instante libre. Pero libre de la hipocresía. ¿Es tan sólo un sueño? No, por un diminuto segundo hay seguridad en la afirmación. No sólo un sueño.
sábado, 7 de marzo de 2009
Towards the spire
Después de ver una gran película -en este caso Gran Torino-, de leer una página de un libro, estoy leyendo a Lauriño, de escuchar a alguien con sentido, después de leer un buen artículo, de escuchar una idea -la de nombrar a Dublín ciudad literaria, que ya lo es, pero otorgarle el título-, las piernas empiezan a moverse, al ritmo de las ideas recebadas, y unas y otras caminan hacia el Spire, y ven el mundo a través de un cristal, el de la ventana de un autobús urbano, una mañana de sábado que anticipa lluvia, pero qué importa la lluvia si vuelven las ganas de avanzar -y eso que se puede tropezar al bajarse del autobús de dos pisos y darse de bruces con la realidad-calle, avanzar towards the spire, y agradecer que Casimiro Palacios te diga, "un paso hacia atrás, eso nunca". El cemento está forjado, claro, pero después de todo aquello, se piensa que siempre hay tiritas. Esperemos que sean suficientes las de una caja. Ah, ver el cemento de cerca hace ver más alto el spire, ese aguijón en el cielo, en cualquier cielo, pero en el de Dublín.
viernes, 6 de marzo de 2009
Paranoia
It sounds so old, ancient-culture-like. Paranoia. We all suffer from it when we say what we think. It is when you see life through the window of that tram you are on, balancing paranoia and sanity, on the one hand, insanity and truthfulness, on the other hand. Paranoia is the choice if you choose your own window, your own tram.
Suena tan bien, a cultura antigua. Paranoia. La padecemos todos al decir lo que pensamos. Cuando ves la vida a través de la ventana del tranvía en el que vas subido, y pones en la balanza la paranoia y la cordura, por un lado, la locura y la sinceridad, por otro. Paranoia, es la elección si eliges tu propia ventana, tu propio tranvía.
Homage to Lauro, who lets me be a person
UNA ENTRADA
Buscad la soledad en los confines de la historia.
Veréis
cómo se unen a vosotros
los enhiestos
senderos de la oscuridad...
* * *
Nacidos de la esencia de las cosas.
Nacidos de la decadencia del mundo,
de la frustración,
de la degradación de la pureza,
de la angustiada situación de quien lucha [solo.
Nacidos
de un camino de vidas,
sombras
y tristeza,
de un camino de bosques,
campos
y semillas.
Nacidos, en suma,
de unos hombres alegres y vivos,
más, al cabo,
tan solos,
tan llenos de cosas que [nunca les permitirán
contar...
Nacidos de la noche y la palabra:
Enhiestos senderos de la Oscuridad.
* * *
Representando la misma magnísima comedia
3-III-82
1,20 madrugada
Francisco J. Lauriño
Sí, él, Francisco J. Lauriño, deja que los demás seamos personas. Gracias Lauro.
Being a woman
For some people being a woman is being there in the underground, and being unable to see the top of the Big Ben, just because you must be under the ground.
Sí, cuando a veces te recuerdan tu género, ése que se celebra el domingo 8 de marzo, es para recordarte lo "propio" de ese género, y no valen feminismos, no valen reuniones de mujeres auto-halagándose, no valen cuotas, ni siquiera ministras embarazadas o que nunca lo estarán. Las cosas han cambiado en la superficie, pero no en el trayecto del suburbano. Te educan como a una persona, logras con mucho esfuerzo sacar una carrera adelante, un trabajo, para que en la siguiente parada de metro te pregunten si tus ovarios están listos para acoger un feto. ¿A eso se reduce todo? ¿A nuestro papel de úteros que se mueven por la sociedad disfrazadas de lo que no somos? De repente te recuerdan sin cesar qué género te acompaña desde siempre, y no te habías dado cuenta, pensabas que eras simplemente una persona que decide lo que quiere y lo que no quiere, pero no, ¿cómo vas a ser tan egoísta que rechazas tu papel reproductor? ¿Cómo privar a la sociedad de un útero más? Los efluvios del metro deben haberme afectado al cerebro. Sí. Pero es que ya está bien.
Regreso a la superficie. Y contemplo el Big Ben, y cogeré el metro de nuevo sólo si no me apetece caminar, si lo necesito. Y regreso a la frase: Quiero ser una drag queen. Decidir lo que pueda decidir, por mi misma. Ya está bien. Es que nunca la gente va a dejar a los demás ser lo que quieran ser, tomar sus propias decisiones, incluso equivocarse. Ahora toca ser mujer, pero mujer que se asocia a otras mujeres, que "decide", que habla, que escribe literatura o hace teatro, que va o viene, que habla. ¿Es que no lo ha hecho siempre? No la han dejado a menudo, y siguen sin dejarla, pero ahora no son sólo los oponentes de género. Hemos estado bajo la tierra masculina y ahora ha cogido un tinte femenino. Pero al final son las mismas presiones, tienes que ser lo que otros digan, el grupo, la sociedad, y las decisiones propias siguen viajando en metro, bajo tierra.
Prefiero subirme al campanario de ese enorme reloj y no escuchar más que soy un útero, soy muy consciente de qué tengo en mi interior, mis gónadas son femeninas, pero vale ya de recordarme que soy un épendorf en el que se mezclan células para dar lugar a algo que llena de orgullo a abuelos y tíos, recordarme de que soy una cuota, una buena acompañante muda para la esposa de un señor importante. Soy alguien que trabaja, que escribe aunque sean cosas como ésta, que tiene sus opiniones, que es una sosa por no gustarle el carnaval o por gustarme lo que me gusta, por tener gustos propios, que está ahí como si no estuviera, que lo único que parece hacer es simplemente ser una muda, o una cara-de-bull-dog, que rechaza "divertirse" según lo que unos consideran tal cosa, o "aburrirse"según lo que consideran otros. Quiero seguir siendo una mujer que quiere ser una drag queen, o lo que le apetezca ser. E incluso ser alguien que escribe estas cosas.
Sí, cuando a veces te recuerdan tu género, ése que se celebra el domingo 8 de marzo, es para recordarte lo "propio" de ese género, y no valen feminismos, no valen reuniones de mujeres auto-halagándose, no valen cuotas, ni siquiera ministras embarazadas o que nunca lo estarán. Las cosas han cambiado en la superficie, pero no en el trayecto del suburbano. Te educan como a una persona, logras con mucho esfuerzo sacar una carrera adelante, un trabajo, para que en la siguiente parada de metro te pregunten si tus ovarios están listos para acoger un feto. ¿A eso se reduce todo? ¿A nuestro papel de úteros que se mueven por la sociedad disfrazadas de lo que no somos? De repente te recuerdan sin cesar qué género te acompaña desde siempre, y no te habías dado cuenta, pensabas que eras simplemente una persona que decide lo que quiere y lo que no quiere, pero no, ¿cómo vas a ser tan egoísta que rechazas tu papel reproductor? ¿Cómo privar a la sociedad de un útero más? Los efluvios del metro deben haberme afectado al cerebro. Sí. Pero es que ya está bien.
Regreso a la superficie. Y contemplo el Big Ben, y cogeré el metro de nuevo sólo si no me apetece caminar, si lo necesito. Y regreso a la frase: Quiero ser una drag queen. Decidir lo que pueda decidir, por mi misma. Ya está bien. Es que nunca la gente va a dejar a los demás ser lo que quieran ser, tomar sus propias decisiones, incluso equivocarse. Ahora toca ser mujer, pero mujer que se asocia a otras mujeres, que "decide", que habla, que escribe literatura o hace teatro, que va o viene, que habla. ¿Es que no lo ha hecho siempre? No la han dejado a menudo, y siguen sin dejarla, pero ahora no son sólo los oponentes de género. Hemos estado bajo la tierra masculina y ahora ha cogido un tinte femenino. Pero al final son las mismas presiones, tienes que ser lo que otros digan, el grupo, la sociedad, y las decisiones propias siguen viajando en metro, bajo tierra.
Prefiero subirme al campanario de ese enorme reloj y no escuchar más que soy un útero, soy muy consciente de qué tengo en mi interior, mis gónadas son femeninas, pero vale ya de recordarme que soy un épendorf en el que se mezclan células para dar lugar a algo que llena de orgullo a abuelos y tíos, recordarme de que soy una cuota, una buena acompañante muda para la esposa de un señor importante. Soy alguien que trabaja, que escribe aunque sean cosas como ésta, que tiene sus opiniones, que es una sosa por no gustarle el carnaval o por gustarme lo que me gusta, por tener gustos propios, que está ahí como si no estuviera, que lo único que parece hacer es simplemente ser una muda, o una cara-de-bull-dog, que rechaza "divertirse" según lo que unos consideran tal cosa, o "aburrirse"según lo que consideran otros. Quiero seguir siendo una mujer que quiere ser una drag queen, o lo que le apetezca ser. E incluso ser alguien que escribe estas cosas.
domingo, 1 de marzo de 2009
I want to be a drag queen
¿Alguien quiere ser una drag queen conmigo? Supongo que no, no hay un grupo que me secunde, no está de moda, no se hace por sistema, porque lo dicte la época del año o la fuerza política o simplemente el sistema reproductor, tener ovarios o no tenerlos vaya, cuestión de tipos de gónada. Pues bien, quiero ser una drag queen ¿alguien tiene algo que decir? Probablemente: cuando en la escuela se imponía jugar al balonmano para competir con otros colegios y pasárselo bien, no me gustaba, pero era lo que tocaba, y no lo hacía. Después tocó la época en que estaba muy delgada y no quería salir por sistema los fines de semana. Palabras de nuevo. Después tocó qué sé yo que no quería, pero era lo que hacía la gente de mi edad. Ahora toca estar no tan delgada y, entonces, unido a la edad, a los ovarios, y al estado civil, se supone que es porque he de estar embarazada. Es febrero, o marzo, y por una costumbre que los místicos relacionan con algo que llaman ¿cómo, cuaresma? y los también místicos pero en otro sentido más pagano, más céltico o lo que quieran, tienen derecho, faltaría más, relacionan con la celebración de haber superado los rigores del invierno, por esas costumbres toca disfrazarse, y si no ¡qué sosa, qué delgada, qué gorda, qué rara, qué estirada, qué loca, qué intelectual de pacotilla, qué caprichosa, qué dominante, qué más da!
Quiero ser una drag, y no tener hijos porque sea mujer, y estar gorda o delgada, fea o guapa -siempre hay limitaciones-, leer El niño con el pijama de rayas, aunque digan que es un bestseller, leer a Seamus Heney en inglés en el autobús, escribir como si fuera un anuncio de compresas o quedarme callada cuando no me apetece hablar y prefiero escuchar.
Ya estoy harta de que se permitan opinar de lo que uno hace o deja de hacer, aunque hasta eso se me achaque, debería estar siempre callada. No me meto con nadie, no le digo a nadie lo que tiene que hacer. Ya está bien. Si, al final siempre he hecho lo que he querido, como todo el mundo, más o menos, pero es que ese martilleo incesante de opiniones me tiene taladrado el cerebro. Ya no sé lo que soy, y a veces ni siquiera lo que quiero. De esto estoy segura, quiero ser una drag, o la niña de Miss Little Sunshine, o su tío que se ha querido suicidar, o su hermano que quiere ser piloto y es daltónico. Sé que sobra decir todo esto, que son palabras dichas atropelladamente en un momento en el que por algún lado tiene que salir la máscara. Tal vez sólo sean lugares comunes, sólo sean tonterías de alguien que no es ni alguien. Pero prefiero ser nadie a que me digan lo que tengo que ser. Me quedo sin aire, y lo necesito para mover los tacones que palpitan, o los zapatos bajos que llevo a diario.
Quiero ser una drag, y no tener hijos porque sea mujer, y estar gorda o delgada, fea o guapa -siempre hay limitaciones-, leer El niño con el pijama de rayas, aunque digan que es un bestseller, leer a Seamus Heney en inglés en el autobús, escribir como si fuera un anuncio de compresas o quedarme callada cuando no me apetece hablar y prefiero escuchar.
Ya estoy harta de que se permitan opinar de lo que uno hace o deja de hacer, aunque hasta eso se me achaque, debería estar siempre callada. No me meto con nadie, no le digo a nadie lo que tiene que hacer. Ya está bien. Si, al final siempre he hecho lo que he querido, como todo el mundo, más o menos, pero es que ese martilleo incesante de opiniones me tiene taladrado el cerebro. Ya no sé lo que soy, y a veces ni siquiera lo que quiero. De esto estoy segura, quiero ser una drag, o la niña de Miss Little Sunshine, o su tío que se ha querido suicidar, o su hermano que quiere ser piloto y es daltónico. Sé que sobra decir todo esto, que son palabras dichas atropelladamente en un momento en el que por algún lado tiene que salir la máscara. Tal vez sólo sean lugares comunes, sólo sean tonterías de alguien que no es ni alguien. Pero prefiero ser nadie a que me digan lo que tengo que ser. Me quedo sin aire, y lo necesito para mover los tacones que palpitan, o los zapatos bajos que llevo a diario.
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