miércoles, 10 de junio de 2009

Happy -near- Bloomsday

No me hace falta revisar el calendario, y sin embargo, lo he estado haciendo desde finales de Mayo. Se acerca Bloomsday. Pero todos los días pueden florecer si la imaginación de los puzzles de palabras lo permite, si no se levanta uno y lo único que ve es esa pared del edificio de al lado, ese monte que impide ver un horizonte, ese teléfono que no deja de controlar si estás en casa y vas a responder o no. Es una lucha contra el cuerpo que pretende desprenderse de la cabeza, que pretende volar, y pesa, pesa el tronco y se adhiere a esta tierra que atora las fosas nasales y la tráquea. Un hilo de aire entra a través de las ondas de radio, pero el pecho se contrae, y parece que ese hilillo de aire va a estallar dentro. Ulysses, y huele a pastel de riñones. Los pies se anclan, mientras la pared, el monte se acercan, irremediablemente. No respiro apenas. Y, a pesar de todo, son los dedos los que, nerviosos, teclean, pisotean el teclado, huyen, escapan. Pero los pies se anclan, y el teléfono no deja de sonar. Sale el sol, la onda de radio se ha perdido, y no puedo dejar de pensar en ese Ulysses cotidiano que se acerca tras una página. Leo, y respiro, apenas respiro. Maldito timbre. La pared me sepulta, el monte se derrumba sobre mi. Los dedos quieren recorrer el teclado. Bloomsday, where are you?

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