La ausencia de palabras trajo el desconcierto. Invierno vestido de árboles desnudos de hojas, los frutos esperando el abrigo del silencio. Se inunda el valle de pesadumbre ¿Por qué no escucha nadie el silencio de las ramas rotas, de las hojas ya muertas, de los frutos podridos? Ríen, ríen, ríen. No escuchan. ¿A quién le importa la disección del aire en rimas blancas, en no-rimas? ¿A quién le importa el silencio de las ramas rotas, de las hojas muertas, mientras los frutos podridos ya no huelen, tan sólo desaparecen? Invierno de palabras reflejadas en un espejo. ¿Por qué a nadie le importa la rima de los árboles desnudos de nuevos frutos? ¿Por qué llega el invierno y nadie quiere escuchar su pisada tranquila, acompasada en un ritmo invisible, helado por la desesperación que otras estaciones le han prestado como abrigo? Hablan, hablan, y ni siquiera respiran. Los frutos rojos han dejado de ser frutos. Invierno.
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