Cinco y media de la mañana. Llevo removiendo en mi cabeza el momento de levantarme toda la noche, temiendo dormirme, y, mientras, pensando en las clases de mañana, en el trabajo por acabar. Ico vigila la cafetera con curiosidad diaria. No tarda en iniciarse el ordenador -gracias a mi padre puedo trabajar con uno nuevo, porque el otro, regalo también de toda la familia, ya anda perezoso-, el correo está inundado de alertas académicas, nuevos artículos de lingüística, de metodología, nuevos-viejos avances, por leer. Ico tuerce la cabeza y avisa del café en ebullición. Me sorprende comprobar que vuelvo a los desayunos de mi madre, de mi abuela, pan con café. No más tiempo que perder. Material para las clases virtuales ¿hay alguien ahí? ¿no hay respuesta? Nuevas ideas para las clases reales, lista de materiales en reserva. De vuelta a los artículos académicos, sueño que despierta, ambivalencia, Ico que se esconde y me mira detrás de la pantalla, borroso. Rítmicamente la tetera se va rellenando con agua, y, mientras se espera su silbido acompasado, otro vistazo a muchas citas, que se convertirán en un espejo reflejando otro espejo, y otro más. Notas, siguiendo cuidadosamente el manual de elaboración del estudio. Ya está hablando el agua, y este olor me habla idioma del pasado, que es presente, que quiero sea futuro. Cómo pasa el tiempo. Hora ya de repasar el guión de las clases, reales, no virtuales. Mañana y tarde hoy. Salgo de casa y ya no respiro, voy con retraso, copias, copias, porque se exige la constancia de las palabras dibujadas sobre un papel. ¿Es suficientemente atrayente la clase de hoy? ¿Está bien organizada, bien documentada? ¿Se han anticipado las dudas, se han resuelto? ¿Han disfrutado y aprendido? No respiro, qué frío. De vuelta a casa, me gusta el invierno, me gusta este trabajo, ¿por qué se piensa que porque se disfrute con un trabajo, porque se apasione uno con un trabajo, éste se convierte en un pasatiempo, en dejar que el tiempo transcurra sin preocupación, sin dolor de cabeza, sin falta de sueño? ¿Por qué no se valora que se dedique también el tiempo de pasatiempos en el trabajo?
Se valoran las palabras encendidas contra la cotidianidad aburrida, se valoran las voces altisonantes, se valoran los puños reafirmando las ideas, se valoran los maletines vacíos que visten de hipocresía, se valoran las citas preparadas para la ocasión, se valoran las cartas de recomendación, se valoran los títulos escritos en un perfil virtual, se valoran las sonrisas incómodas pero sonrisas, se valoran las reuniones para socializar, se valora figurar en una lista de qué-sé-yo-qué-sabe-nadie-qué. Se valora ...
Qué mundo tan hipócrita y tan vacío a veces.
Ico, mira desde detrás de la pantalla. Ha merecido la pena el día, aunque él sea quien valora que le llene su platito de comida y juegue con él a las canicas. Ah, ya tengo lleno el correo de alertas académicas, materiales nuevos para las clases, y ... Ico, no me muerdas.