viernes, 16 de enero de 2009

Looking around, turning inside

De nuevo mirando los ojos de un robot recoge-basura, de un libro centenario y de un bonsái que espera serlo, y sacudiendo el polvo que descansa y pesa sobre el entendimiento que atora las palabras que pudieran hacer vibrar a las cuerdas vocales, que descansan mientras la vista se fija en el poema.
We are bombarded by the empty air.
Strange, it is a huge nothing that we fear.

(From the poem Storm on the island,
in the book Death of a Naturalist,
Seamus Heaney)

Y a un lado queda el discurso de anuncio de toallitas sanitarias, y llega el discurso directo como ese aire lleno de guijarros que azota la hipocresía alrededor y que hieren hasta las uñas. Viene el aire vacío, como dice el poeta, vacío de sinceridad: se impone la necesidad de ser franco, mientras reclaman que te posiciones a un lado u otro. Pero es que siempre he estado en el mismo lado, en el de la sinceridad, el de no entender por qué se fingen ideas, posiciones. Nunca he pensado de mí más que como persona y de repente me exigen que sea de un determinado sexo, que dicen, o más bien que sea un modelo siguiendo unos presupuestos que son los que marca esa maldita hipocresía social
-sigo siendo una persona, y mando al diablo a quien me dice "te toca representar a tu sexo y actuar como tal", qué estupidez:
nunca he pensado de mí más que como persona de izquierdas, y ahora me piden que lo sea, pero llevando una bandera al cuello, vistiendo de un determinado color, apoyando una determinada idea porque la apoya la mayoría, y fingiendo que no me importa lo que me importa
-sigo siendo de izquierdas, y mando al diablo a quien me impone banderas, colores, músicas, y hasta ideas por la fuerza;
soy una persona y soy de izquierdas, y miro los ojos del robot, el libro centenario, el bonsái, y me pregunto dónde están de verdad esas personas de izquierdas, ¿demasiado ocupadas defendiendo banderas que ondea el viento hueco? Esta semana he visto dos películas, Milk y Australia, y al verlas me he vuelto a preguntar el porqué de tanta hipocresía: a estas alturas de la historia del mundo aún quienes quieren ser personas, como yo quiero ser, sin más, sin importar qué sexo tienen, a qué sexo aman, aún tenemos que estar luchando por esa nuestra idea de ser, simple y llanamente. El día en que se aprobó por fin el matrimonio homosexual en España asistí a la exultante alegría de un hombre de izquierdas, después he comprobado que esa bandera que enarbolaba se erguía tan sólo para ser "políticamente correcto" -esa odiosa expresión, disculpa fatal-, correcto para ser un adalid de sí mismo y así escalar socialmente la escalera de la hipocresía; desgraciadamente hay muchos casos de quienes dicen defender el que no importe la preferencia sexual -cosa que no le importa a nadie más que a la persona, y lo demás son rémoras de una sociedad terriblemente hipócritamente cristiana- y después dejan el tema cuando no les reporta beneficios sociales. Milk me ha reclutado, pero no ahora, siempre he estado ahí, de su lado. Y he vivido en Australia, metafóricamente, en esa Australia de moral cristiana que permitió que niños fueran arrebatados a sus padres por el solo hecho de tener una piel más oscura, una cultura y unas ideas propias. Tener ideas propias sigue siendo peligroso.
-Soy persona y de izquierdas, pero tengo ideas propias. Y, rindiendo un tributo a dos miembros de la degeneración del 81, soy lesbiana, gay, y hetero, soy blanco y negro, amarillo, mestizo, soy hombre y mujer, soy aborigen y pigmeo, soy judío y budista y ateo, soy persona, pese a quien pese soy persona, con ideas propias, que no hacen daño a nadie porque no lo pretenden, y nunca lo harán. No quiero molestar a ninguna persona, tan sólo quiero seguir siéndolo.

No hay comentarios: