Buscando el foco, mirando al objetivo, solicitando la rúbrica que tatúe la vacuidad del efímero momento de notoriedad, mientras se sujeta la columnata donde se apoyan los egos ajenos. Huyendo de la cotidianidad del esfuerzo diario de los que tan sólo ofrecen conversación, tan sólo, tanto obviado. Y, de nuevo, la cámara enmascara sonrisas.
-Más cerca, por favor. Todos juntos.
El recorte de periódico en el centro, un coro de sonrisas -'Somos notorias también'- alrededor. Dejando que la tinta de la nombradía se derrame sobre todos.
-Una foto para enseñar toda la vida. Oh, el importante al lado. Oh.
Obviando las conversaciones cotidianas, tan sólo cotidianas, acostumbradas, que requieren el esfuerzo que otorga la simpatía, la empatía, la necesidad y felicidad de intercambiar ideas, notas, silencios. Silencios. Sosos, irreconocibles e ignorados silencios. No hay egos, o sí, tal vez sí, pero no dan la espalda a la rutina, a la penumbra iluminada de ir a comprar el pan diario, de no echar azúcar en el café. Son los egos que hacen levantarse temprano, pero no para disfrazarse de otros, sino para ir a caminar, a trabajar, a compartir un café, a comprar el pan.
Buscando el foco. Qué tristes parecen iluminados tan sólo por un pequeño flash que mañana tal vez haya que llevar a reparar.
El té está ya listo. Simplemente listo ya. Acaba de caer la tarde y la calle aparece tan en penumbra como cada día. Creo que he comprado demasiado pan hoy.