No sabe muy bien cuándo
empezó a interesarse por ese idioma, una película, un autor, un documental,
Oslo. Tampoco importa mucho. Cuando llegó la oportunidad de hacer un curso de
iniciación de noruego, no lo dudó. Una palabra más aprendida trajo a la memoria
las clases de la facultad, historia de la lengua inglesa, historia de cómo las
palabras se van adaptando al entorno, a los hablantes. Las palabras están
vivas, son fragmentos de un puzle en movimiento, dinámico, que viaja y se queda
a vivir, ahora aquí, ahora allí, y acaban encajando en el entorno queriendo
pasar desapercibidas, para que así fluyan con libertad. Y uno, cuando intenta
aprenderlas, se convierte en ese canal por el que discurren, o intenta que lo
hagan. Al principio hay muchas rocas con las que el caudal tropieza, se detiene
hasta que brota con fuerza, no siempre con acierto, pero continúa su camino.
No importa mucho por qué
es noruego, y no chino que dicen es el futuro. Noruego, sueco, y comparémoslo
también con el alemán. Y todos ellos con el inglés. No lo va a incluir en su
curriculum, no va a suponer un punto más en un examen de oposiciones, no va a
conseguir un trabajo que esté mejor remunerado. Nadie va a extender
felicitaciones por ello, en todo caso esbozarán una sonrisa paternalista ‒¡qué
locura más poco productiva!
Y ahí sigue estudiando
noruego, a veces algunas palabras parecidas en sueco, y para comparar, un poco
de alemán. Y su trabajo no ha cambiado, ni perspectivas de cambiar tiene. Y,
aunque a menudo se pregunta cómo sería tener un trabajo de esos que la sociedad
aplaude porque implica tener una nómina mensual fija ingresada en la cuenta
bancaria, se pregunta si eso convertiría a su persona en otra distinta, ¿más
interesante, con más fuerza en el discurso ‒sin duda más socialmente adaptada‒,
con un curriculum más atractivo?
Abre otro apartado en el
curso de noruego. Sigue ahí dejando que las palabras fluyan, tropiecen, fluyan
de nuevo. Cuando acabe revisará algo muy distinto, sus cuentas del mes. Luego,
igual queda algo de tiempo antes de acostarse para seguir estudiando, y no lo
reflejará el CV, ni sus cuentas del mes, en el aire se respirará de vez en
cuando paternalismo por un lado, y, en el lado opuesto, los mismos clichés
económicos y sociales de siempre. Diez palabras nuevas hoy.
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