Éste es el relato que
acabo de leer, 'Look at the Boats', que aparece en el libro en el que se
recogen veintitrés historias escritas por el autor irlandés Michael McLaverty.
Al leer el último párrafo me he dicho 'la mejor de las historias', pero eso
había aparecido por la cabeza al leer la anterior, y cada una de las dieciséis
previas a éstas, y seguramente resonarán en la misma cabeza las mismas palabras
al acabar las que me faltan por leer.
Cuando alguien me
preguntó una vez, a fin de definirme como lector, qué leía habitualmente, no
acerté a contestar, por miedo, tal vez, a que los nombres que pudiera dar no
fueran lo que esperaba el inquisidor -y por supuesto que la etiqueta adquirida
no fue muy benevolente. Cuando se escucha hablar a escritores que inician su
andadura o simplemente hablan de su obra, prontamente vienen a la palestra
nombres de otros autores renombrados -con el íntimo deseo de encumbrar al
citador. Así Michael McLaverty aparecería en las estanterías de inquisidores y
escritores ávidos de otros escritores citados asimismo por quienes están
encumbrados ya, si leemos que Chekov o Tolstoy eran sus escritores de cabecera, y si ojeamos de antemano la contraportada del libro y hallamos allí las
palabras admiradas de Seamus Heaney. Nombres y palabras, que no son precisamente lo que da forma a las historias, relatos o cuentos. Leer las
palabras de Michael McLaverty en cada una de sus historias deja fuera todo lo
demás ¿Qué, si no, es la lectura, apreciar las palabras escritas, ver la maestría
de quien las ha escrito?
Ahí está la Irlanda de un
pasado cercano, que no deja de ser la Irlanda que es hoy, porque su historia -una- y
las personas que la han habitado la han conformado como tal. Ahí está la
descripción de esas personas, de las que se vieron enfrentadas -como aquí
mismo- a las duras condiciones que marca el trabajo en la tierra y con la
tierra, y con el mar, recorriendo caminos, y compartiendo el aire con los
animales y la naturaleza que las rodeaban.
Ahí está la maestría del
contador de historias -esa antigua tradición presente en todos los pueblos, y
en especial en algunos que la han arrastrado con suavidad a nuestros días-, el
orfebre del vocabulario, de la gramática, del estilo. ¿Hacen falta peanas o
púlpitos? Las palabras se bastan por sí solas.
Ahora empezaré Father
Christmas, y después la siguiente. Y antes de éstas vinieron las de otro
contador de historias, otro artesano de la lengua, William Trevor. Y sí, puede
que Joyce o Heaney vinieran a la cabeza, pero tan sólo por las palabras leídas
en sus historias y sus poemas, contadores de historias ellos mismos.
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