Lejos, pero sólo se permite en mente. Lejos. De la convención, de la angustia, de la asfixia colectiva que intenta construir muros que derriben las mareas, que las agoten, que las desangren de ánimo, de existencia, herrándolas con una subsistencia ajena, tatuada con cien mil palabras hueras. Herraduras de vacío. No caminan las olas, ni se estrellan. Lejos, muy lejos. Pero por qué ni siquiera hay un mientras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario