Llega aquí, ahí, aquí, cada vez que hay que huir, de los vivientes muertos que le cierran puertas y ventanas a la comprensión, y la dejan caer, aún con la cara mojada, en una caja amortajada por papel de colores, y pretenden exhibirla como regalo mudo. Asfixiada.
Stockholm, rasga el celofán, por favor. Porque nunca, ni siquiera, leerán un 'por favor'. Nunca la dejarán marchar, No entienden la música de la banda del ejército que toca para el agua, ni quieren entenderla.
Stockholm. Dónde estás.