(-Escribo.)
-¿En el aire?
(-¿Quién escucha?)
-¿Por qué no dices nada?
(-Escribo.)
-¿Por qué no te unes a nuestros monólogos?
(-Escribo. ¿Quién escucha?)
-¿Por qué no eres de los nuestros?
(-Escribo.)
Y sigo ahí, a la ventana, observando. Escribo. No suscribo monólogos, y me aterra el tatuaje de los posesivos. Escribo. Escucho. Tan sólo quiero seguir ahí, hablando sin parar. En silencio.