Menos mal que están las cigüeñas, ahí en lo alto, para que no puedan tocarlas, ni apenas mirarlas, libres, para que no puedan sentir la insistencia de quien quiere meter el aire en una jaula de cristal, para que no respire, ahí, ahogando cada vez más los campanarios laicos, libres, vistiendo de luto permanente la rutina. Quién fuera cigüeña para depender del aire, para no quedarse sin él, para poder estar en silencio y no escuchar miseriosos lamentos, huecos, repetidos hasta rellenar el aire de mohosos disfraces, uniformes de un sin-vivir ajeno. ¿Por qué no dejan respirar a las cigüeñas? ¿Por qué? Las están dejando sin espacio. Y quieren vivir libres.
miércoles, 11 de mayo de 2011
lunes, 9 de mayo de 2011
domingo, 1 de mayo de 2011
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