Luz entre las nubes
Y rompió la niebla el diario
Reposado en el banco del tren
A la mañana
Alzáronse las chimeneas sobre
Los titulares y los vagones
Inútil parada
Masticaron los muros las colinas
Abrasados por la humedad del silencio
Pleno descanso
Y fluyeron las palabras.
Papeles encharcados en voces de un poeta en Oxford, tal vez Cambridge, perfecto viajero por los sueños de un estudiante confuso, o confundido por la pereza del ambiente perfumado de ausente sinceridad. Y él, él es sincero, estudiante de una vida a rellenar de titulares de periódico escritos en un vagón roto por la neblina de una mañana plagada de pupilas húmedas frente a unas historias cortas leídas en un banco de tren hacia la asfixia.
Y él, él es sincero, el poeta, tal vez en Cambridge, en Oxford, pero frente a un plato repleto de sudorosa carne, memoria de la niebla del conocimiento, qué clara memoria, y no está hambriento más que de versos, palabras, recuerdos de estudiante. Se traducen los muros en pausas sentadas junto a un periódico sin leer, en aquel, este, vagón de tren a la nostalgia de un presente que no llega más que sobre el papel, ni siquiera rimado con los árboles que quedan atrás raudos escritos sobre la ventanilla sucia de recuerdos, quemados rastrojos de un hirsuto pasado, ¿del poeta? ¿tal vez del estudiante inglés? No, del tren.
Y el río compite con los titulares, rompe muros, abrasa las palabras, sacia las rígidas manos de tinta. Graffiti sobre las visas del estudiante que pasa, del poeta que escucha y habla, y habla y llena la niebla de palabras sentidas, de sentido llena este banco de tren hacia la no-nube, la no-mañana, la nada. Y, por encima, la niebla, que posa en el recuerdo de un plato engrasado por la poética de la vida, la amabilidad del estudiante siempre maestro de vías de tren rimadas con los árboles que pasan, lentos. Pasan y permanecen en la niebla, en Oxford, tal vez en un estudiante confundido o confuso, vidas que traquetean por Cambridge, aunque sea en forma de montaña escupida por los muros de la batalla vencida a la hipocresía.
¿Dónde estás poeta? Más que nunca se reclama tu presencia en este atril de glorias hueras, sonrisas falsas. Ha llegado el tren, envuelto en nube baja, a la nada. Final de trayecto hacia Cambridge, tal vez hacia un estudiante confundido o confuso. Estación cerrada.